Cómo será esa llama que has encendido que no deja de crecer en el instante que apareces a mi lado, mientras te acercas lentamente, con esa sonrisa malévola que intuyo en tus labios traviesos. Al llegar te rodeo, giro sobre ti, sin despegarme mucho, rozando la tentación lujuriosa que llevas tatuada. Huelo tu pelo, lo acaricio. Mis dedos traspasan tus mejillas, dibujan tu boca entreabierta, se detienen enredados en tu cabeza. Y desde mis uñas, desde su filo, brota el fuego que marca la piel de tu espalda, deslizándose por ella como esa gota de perfume que lleva el olor de tu sed, de tu esencia, de tu sensualidad exprimida que deseo.
Sientes el calor? aún no quema, aún.
Te susurro, quieres quemarte? mi boca se pierde en tu cuello, mis dientes muerden suavemente el camino que lleva a tus hombros, desnudándolos, dejando caer hasta tus pies el pudor que aún guarda tu piel erizada. Mis manos lo ayudan, tocando el perfil ondulante de tu cuerpo expuesto, hasta tus caderas.
Mi llama se acerca, te busca, te siente próxima.

Me siento quemar al atraparlos entre mis dedos, pero resisto, aguanto, me excita, estirando suavemente de ellos. Miro fijamente la expresión de tu cara, en el espejo que nos espía, ahí en frente. Esos labios contorsionados. Sujetando tu barbilla te giro la cabeza, te atraigo hacía mí, y muerdo, siempre muerdo, tu barbilla primero, tu labio carnoso después, tu lengua que intenta jugar conmigo. Sin dejar de mirarte a los ojos...
Una de mis manos surca su camino, solitaria, descendiendo. Y mi cuerpo ahora está totalmente pegado a ti, para que sientas mi sexo convertido en un volcán, por tu culpa, retenido.
Esa mano descarriada se aventura por el borde que marca tu vientre y el precipicio del deseo. Lentamente se introduce en tu pantalón, tan solo soltando uno de los botones. Desciende la presión de mis dientes mientras aumenta la de mi sangre, corriendo a borbotones por mi cuerpo, hirviendo en mis venas por tu contacto. Mis dedos buscan tu interior, tus entrañas, la húmeda sensación de poseerte de esta manera, sin hacerlo, introduciéndome en ti, más psíquica que físicamente. Voy recorriendo tu interior, tu sexo cálido que me recibe sedoso y viscoso, el flujo vital que da la vida, que deseo beber para revivir.
Te vuelvo a colocar frente al espejo, con tus manos apoyadas en él. Mi boca va dejando su marca en tu espalda, mis besos, mi lengua ansiosa de ti, mientras desciendo. Ahora mis manos sí terminan de deshacerse de tus pantalones, rozando suavemente tus muslos nerviosos al hacerlo. Y no puedo evitarlo, me encanta. Muerdo tus nalgas al quedar desnudas y desprotegidas ante mí. Me encanta escuchar cómo lo sientes cada vez. Es tan tentador, y yo tan débil. Siento la necesidad de darte ese pequeño azote que las mueva, que las agite, que haga que tu cuerpo de un pequeño salto delante del espejo, para que te veas, para que te vea.
No me ves, solamente mi cabeza colándose entre tus piernas, hambriento, sediento, devorador de tu sexo entregado y sumiso, mientras mis uñas clavadas te atraen a mi boca.
Antes de que te deshagas en mis labios más mojados que nunca, me levanto, erecto, erizad. Sonrío al llegar a tu rostro. Quiero que sientas, que sepas a qué huele tu excitación, y te beso. Pero ahora mi sonrisa es maliciosa, perversa, tensa com
o mi cuerpo. Has hecho que esté así, haces que sienta mis pies livianos y mi sexo pesado. Estoy dudando. Mi sexo se busca, te pide, te espera, pero dudo. Tal vez sea bastante por hoy. Tal vez hayas llegado al punto de cocción suficiente como para no seguir y pasarte. Pero no puedo, no quiero, no me dicen eso tus ojos. Te levanto en volandas para encajarte sobre mis caderas. Al tiempo que mi ardiente llama encuentra las ascuas incandescentes que llevas dentro. Y se mezclan, se unen, se fusionan mientras nos enredamos el uno con el otro. De un giro fugaz te llevo contra el espejo. Ya no nos vemos, pero nos sentimos. Y en un momento, rápido, veloz, explota la llama que compartimos. Te dejo resbalar, como mi esencia, que lo hace por tus muslos apretados sobre mi sexo derramado, mientras sigues clavando tus uñas en mi espalda.

Hoy ha sido rápido, como tú querías. Pero la llama, fuego fatuo paciente y letal, te sigue esperando, buscando…