Gotas de sudor resbalan por mi frente, mi cuerpo empapado, extenuado, mezclados nuestros cuerpos en fluidos cálidos. Aún estoy dentro de ti recién exprimido el volcán de mi sexo en tus entrañas. Jadeas todavía mientras tus piernas tiemblan del orgasmo que hemos compartido. De repente se enciende la luz del pasillo que traspasa el cristal de la puerta del baño donde nos hemos regalado ese instante de pasión. Te sobresaltas, pidiéndome que salgamos deprisa. Se oyen pasos fuera y las voces de dos mujeres charlando que tú conoces, tus compañeras. Al intentar moverte me obligas a sujetarte más fuerte, tus manos con la mía sobre tu cabeza. Unidos todavía por el bajo vientre te saco de la puerta y te empujo contra la pared que está al lado y con mi otra mano tapo tu boca para que tu miedo no nos descubra. Con el movimiento mi sexo ha empezado a reaccionar, de nuevo, endureciéndose, inflamando sus venas con la sangre del temor, de la tensión, del miedo a ser descubiertos que reflejas en tus ojos con los que me miras fijamente sobresaltada. Aprieto mis muslos y mi verga vuelve a recorrer el camino empapado de mi semen que va derramándose poco a poco por el interior de tus muslos. Vuelvo a notar como tu pecho sube y baja contra el mío a medida que penetro en ti. Lentamente, mientras las voces de tus compañeras parecen haberse detenido justo en la puerta del baño, en el pasillo. Tus ojos parecen salirse de sus órbitas a la vez que me piden más, que descargan tus mudos gemidos sobrecargados de lujuria. Salgo despacio de tu vagina, sin dejar de mirarte a los ojos para entrar con una embestida hasta el fondo, atrapada contra la pared. Un par de veces más y mi mano siente como tus dientes se clavan en ella, desarbolada como estás, excitada, pervertida por el morbo. Te sueltas una de las manos y hundes tus uñas afiladas en mi espalda obligándome a aumentar mi movimiento, la cadencia que te traspasa una y otra vez en corrientes de placer.
Y de un salto, primero una pierna y después la otra, te cuelgas de mis caderas entrelazando tus piernas en ellas, atrapándome, sujetándote sobre mi polla ardiendo y mis embestidas furiosas. No puedo contener el grito silencioso que me produce tu boca mordiendo con fuerza. Entonces tus compañeras hablan, se detienen, se dicen la una a la otra si han escuchado algo. Quietos ahora, conteniendo la respiración, la lujuria. La tensión hace que la punta de mi sexo palpite con mi corazón mientras tú lo notas en tu interior. Te gusta, disfrutas igualmente, tensas tus músculos cada vez que lo hago. Sin movimiento, lleno de placer.
Parece que al fin se van y quito la mano de tu boca. ‘Cabrón’, me dices. Una nueva embestida repentina sin dejar de mirarte a los ojos. ‘Puta’, te respondo. ‘Fóllame otra vez. Soy una perra en celo cuando tengo tu polla dentro’. Sonrío. Sujeta por las piernas, en brazos, sin salir de ti, te llevo hasta el lavabo. Delante de ese enorme espejo te bajo y te doy la vuelta bruscamente. Me miras a través del espejo y lentamente apoyas tus manos contra él sin que yo diga nada. Levantas una pierna que colocas sobre el lavabo y me ofreces tu regalo, tu desenfreno, tu coño mojado entreabierto. ‘Fóllame de una vez, cabrón. Estoy esperando esa polla golpeando mi culo, partiéndome en dos.’ Coges mi verga enhiesta y poco a poco la vas introduciendo sin problemas, deslizándose por tus flujos. ‘Dale’. Como los trenes de vapor, empieza el ritmo lentamente. La cadencia va aumentando sin parar, sin pausa, calentando el fuego del sexo que aviva la hoguera de lujuria. Más fuerte cada vez. Más rápido entrando y saliendo. Tu cuerpo agitado, tus manos frenando mi empuje contra el espejo. Y ambos mirando nuestros cuerpos reflejados, follando.
A partir de ahí todo se mezcla, jadeos, gemidos, gritos, cuerpos, sudor, flujos, miradas, pieles, esperando el momento en el que salgo de ti, sujeto mi polla frente al espejo para que veas cómo mi semen caliente y espeso se derrama por el lavabo, por mi mano, por la tuya que ahora también la sujeta para terminar de exprimir las últimas gotas de mi deseo por ti, por tu cuerpo, por tu sexo, por tu morbo.
Por follarte.