lunes, 16 de junio de 2014

Un baño?

   Gotas de sudor resbalan por mi frente, mi cuerpo empapado, extenuado, mezclados nuestros cuerpos en fluidos cálidos. Aún estoy dentro de ti recién exprimido el volcán de mi sexo en tus entrañas. Jadeas todavía mientras tus piernas tiemblan del orgasmo que hemos compartido. De repente se enciende la luz del pasillo que traspasa el cristal de la puerta del baño donde nos hemos regalado ese instante de pasión. Te sobresaltas, pidiéndome que salgamos deprisa. Se oyen pasos fuera y las voces de dos mujeres charlando que tú conoces, tus compañeras. Al intentar moverte me obligas a sujetarte más fuerte, tus manos con la mía sobre tu cabeza. Unidos todavía por el bajo vientre te saco de la puerta y te empujo contra la pared que está al lado y con mi otra mano tapo tu boca para que tu miedo no nos descubra. Con el movimiento mi sexo ha empezado a reaccionar, de nuevo, endureciéndose, inflamando sus venas con la sangre del temor, de la tensión, del miedo a ser descubiertos que reflejas en tus ojos con los que me miras fijamente sobresaltada. Aprieto mis muslos y mi verga vuelve a recorrer el camino empapado de mi semen que va derramándose poco a poco por el interior de tus muslos. Vuelvo a notar como tu pecho sube y baja contra el mío a medida que penetro en ti. Lentamente, mientras las voces de tus compañeras parecen haberse detenido justo en la puerta del baño, en el pasillo. Tus ojos parecen salirse de sus órbitas a la vez que me piden más, que descargan tus mudos gemidos sobrecargados de lujuria. Salgo despacio de tu vagina, sin dejar de mirarte a los ojos para entrar con una embestida hasta el fondo, atrapada contra la pared. Un par de veces más y mi mano siente como tus dientes se clavan en ella, desarbolada como estás, excitada, pervertida por el morbo. Te sueltas una de las manos y hundes tus uñas afiladas en mi espalda obligándome a aumentar mi movimiento, la cadencia que te traspasa una y otra vez en corrientes de placer.

 

   Y de un salto, primero una pierna y después la otra, te cuelgas de mis caderas entrelazando tus piernas en ellas, atrapándome, sujetándote sobre mi polla ardiendo y mis embestidas furiosas. No puedo contener el grito silencioso que me produce tu boca mordiendo con fuerza. Entonces tus compañeras hablan, se detienen, se dicen la una a la otra si han escuchado algo. Quietos ahora, conteniendo la respiración, la lujuria. La tensión hace que la punta de mi sexo palpite con mi corazón mientras tú lo notas en tu interior. Te gusta, disfrutas igualmente, tensas tus músculos cada vez que lo hago. Sin movimiento, lleno de placer.


     Parece que al fin se van y quito la mano de tu boca. ‘Cabrón’, me dices. Una nueva embestida repentina sin dejar de mirarte a los ojos. ‘Puta’, te respondo. ‘Fóllame otra vez. Soy una perra en celo cuando tengo tu polla dentro’. Sonrío. Sujeta por las piernas, en brazos, sin salir de ti, te llevo hasta el lavabo. Delante de ese enorme espejo te bajo y te doy la vuelta bruscamente. Me miras a través del espejo y lentamente apoyas tus manos contra él sin que yo diga nada. Levantas una pierna que colocas sobre el lavabo y me ofreces tu regalo, tu desenfreno, tu coño mojado entreabierto. ‘Fóllame de una vez, cabrón. Estoy esperando esa polla golpeando mi culo, partiéndome en dos.’ Coges mi verga enhiesta y poco a poco la vas introduciendo sin problemas, deslizándose por tus flujos. ‘Dale’. Como los trenes de vapor, empieza el ritmo lentamente. La cadencia va aumentando sin parar, sin pausa, calentando el fuego del sexo que aviva la hoguera de lujuria. Más fuerte cada vez. Más rápido entrando y saliendo. Tu cuerpo agitado, tus manos frenando mi empuje contra el espejo. Y ambos mirando nuestros cuerpos reflejados, follando. 



                     

   A partir de ahí todo se mezcla, jadeos, gemidos, gritos, cuerpos, sudor, flujos, miradas, pieles, esperando el momento en el que salgo de ti, sujeto mi polla frente al espejo para que veas cómo mi semen caliente y espeso se derrama por el lavabo, por mi mano, por la tuya que ahora también la sujeta para terminar de exprimir las últimas gotas de mi deseo por ti, por tu cuerpo, por tu sexo, por tu morbo.

Por follarte.

jueves, 10 de abril de 2014

Da de comer al hambriento

Y la satisfacción de dar de comer al hambriento? Eso no se paga con dinero. Hambriento, sediento, ansioso…  
  
   Puedo ser  tu lacayo. Tú ahí, quieta, poseedora del poder. Yo ocupándome de tu amor propio. Puedo serlo en un momento dado. Cumplir tus deseos más secretos y oscuros. Y pasar a dominarte a través de ellos. Puedes sentir el poder de atraparme, elevarte, estremecerte… hasta que llegue el momento en que con pequeños movimientos domine tu cuerpo, tus idas y venidas, tus escalofríos, tus contracciones. Al ritmo que yo marque, sin dejarte llegar, sin parar de llevarte. Entonces tu voluntad será mi deseo. El deseo de cometer locuras, sueños húmedos de locos enrojecidos.
   Ojos  que ven mundos excitados de sangre palpitando, en tu cerebro, en tu piel, en tu sexo que ya no piensa. Tan sólo actúa,  sólo desea, pasión, desenfreno, lujuriosos embistes. Ahí  es donde tu sangre se agolpa a borbotones. Quiere salir, quiere que el aire acaricie su sensibilidad y haga estremecer tu bajo vientre excitado. Quiere ser recorrido por oleadas de Mar libidinoso que lo envuelva en esa espiral de jadeos y espasmos.  Que lo atrapen sin piedad, que lo posean, que lo arranquen de tu cuerpo para formar parte de un conjunto, de una mezcla. Una esencia balsámica de tus entrañas que se una al poder del aventurero que surcará tu Mar interior, tu volcán flamígero.
   Sueña mientras desees, desea mientras esté dibujando tu cuerpo desnudo en mis manos, abierto, enrojecido y húmedo. Llegará el momento en que salga de ahí para poseer el resto. Querrás mover las manos pero, tal vez, sólo tal vez, no puedas.
   Sentirás impotencia al cubrir tu cuerpo de sensualidad, de mi sexo enhiesto, de la dureza del deseo. Cada poro de tu piel extenuada soñará con estar completo, con que sea llenado, sea recorrido por la punta juguetona de mi lengua. Y me colaré en todos ellos. En cada centímetro de tu cuerpo dejaré mi huella, mis besos, un mordisco, un aliento, un pellizco, un jadeo. Mi boca beberá de tu ser, se empapará de la fragancia de tu sexo hambriento y excitado, colapsado, desgarrado de lujuria.
 
Imagina.


   Llego ahí. Sólo tú me ves, me sientes. Estás rodeada de personas, pero nadie sabe de mí. Sientes cómo me acerco por detrás. Sujetando tu coleta, rozas con tu hombro mi sexo ya dispuesto para ti. Mis dedos se deslizan por tu cuello, bajando por tus hombros, dejándolos al descubierto. Y sin poder moverte, bajo ese tobogán del deseo con el filo de mis dientes. Me arrodillo. Delante de ti. Te miro, sonrío pícaramente, mientras tú disimulas. Los dos sabemos ya dónde voy. Y con delicadeza, con el dorso de mis manos sobre el interior de tus rodillas, separo lentamente tus piernas. No llevas tus mallas ya. No dejo de mirarte a los ojos mientras acaricio tus tobillos. Mientras mi cabeza desciende hacia el interior de tus muslos, trémulos, vacilantes, excitados. Mi lengua sube y sube. No puedo dejar de mirarte. Me excita ver cómo aprietas los puños y muerdes tus labios, conteniendo el gesto. Ellos te siguen viendo. No saben que sigo ascendiendo hacia tu monte de Venus, hacia el campo de batalla en el que me voy a entregar en cuerpo y alma. Hacia tu vientre que tiembla, que se abre, que deja correr gotas de tu excitación. Y me acerco, el último paso hacia mi destino, mi húmedo porvenir. A dos centímetros me paro, observo, soplo suavemente para que un escalofrío frene tu ardiente deseo. O lo incremente. Te vuelvo a mirar. Estás ahí arriba, para mí, por mí, entregada, regalada, ofreciendo el secreto de tu sexo. Y sin separarme de ti, la punta de mi lengua se hunde poco a poco en ti, en tu sexo.

 Bebo de ti, me sacio, relamiendo el dulce néctar de tu ser. Lo recorro sin freno, sin límites. Bordeo tus labios hasta llegar al erecto juguete  que te arde. Lo muerdo, lo atrapo entre mis labios, lo zarandeo sin miramientos de un lado a otro al ritmo de tus caderas que van y vienen. Mi ritmo varía, está contigo, conectando tu sexo con el mío, que sin rozarte arde en deseos, enhiesto, suplicante. Juego con él hasta que tu cuerpo me guía por las sendas de tus orgasmos, sin dejarte llegar, sin dejarte ir… gime, desahógate, aúlla, araña tu cuerpo lleno de espasmos.
   Lentamente me incorporo y sacando un pañuelo de seda, verde, rodeo tu cuello tenso con él. Mi mano firme lo sujeta desde tu nuca mientras te susurro. ‘Pídeme que te haga mía. Suplícame’ Dudas, tus ojos inquietos bailan de un lado a otro. Mi mano se aferra aún más y da un pequeño giro sobre tu cuello. ‘Pídemelo’, repito.
 
‘Hazme tuya’

                                                   
 
   Deslizo poco a poco el pañuelo hacia tus ojos, hasta que se hace la oscuridad, hasta que sólo queda el deseo…

jueves, 2 de febrero de 2012

Huelo a sexo

Alguna vez has tenido sexo por necesidad? Ese momento en el que el instinto animal te posee y algo en tu interior te empuja hacia el sexo opuesto irrefrenablemente? Hay olores que me invaden, me embriagan, que se funden con mi sentido hasta formar parte de mí. Pero hay uno en concreto que hace de mí un pedazo de carne que se deja guiar con los ojos entornados hacia el abismo de tu cuerpo.



Recuerdo aquellos siete días en los que nos amamos hasta la saciedad, desgastando nuestro cuerpo fundido en uno, recorriendo los placeres imaginables en sueños acariciados y trémulos. Siete días en los que fuimos esclavos del color de la pasión. Tanto como para llegar a ese momento en el que nuestros cuerpos despedían ese olor creado por los dos. Alientos compartidos, besos mezclados, fluidos derramados el uno en el otro en el frenesí de nuestra entrega. Ese olor que se pega a la piel, abre los poros, eriza el vello, arde el cerebro.
Despertar sintiendo tu labios recorriendo mi sexo creciente, reposar la comida embistiendo mi cuerpo sobre el tuyo, agitar mi lengua convulsa sobre tu botoncito erecto, cerrar los ojos sintiendo el movimiento de tus caderas sobre las mías, llegando al sueño profundo aun dentro de ti. Momentos que quisiera repetir día tras día, a pesar de la extenuación de mi cuerpo pidiendo relax, contrarrestando los deseos de mi mente que no cesaba en sus peticiones desenfrenadas de darte mi placer y sentir tu correspondencia.
Quiero volver a salir a la calle oliéndote, siguiéndote por la calle como tu perro en celo. Quiero volver a ver cómo descienden tus braguitas en mitad de la calle y saber que debajo de tu corto vestidito me esperan tus muslos suaves abiertos en canal. Quiero volver a acorralarte en cualquier callejón para hundir mi mano en las profundidades de tu sexo húmedo, mientras pasan aquellos curiosos hombres excitados envidiando nuestro deseo. Quiero que vuelvas a ofrecerme el olor de tus dedos después de masturbarte para mí.
Después de siete días desgarrando mi cuerpo y mi mente por ti, sólo quiero volver a decirte ‘fóllame’.

viernes, 3 de junio de 2011

Débil



Ganas...






mmm tentación irrefrenable, deseo de tener, de poseer, de sentir mis manos suaves acariciándote el cuerpo, trémulo al sentirlas, de notar cómo van deslizándose mientras recorren ese desierto sensual que arde al contacto de los dedos encendidos al verte...

Me pueden las ganas de tener que escribirte, dejándo correr la imaginación sobre tus labios, degustando su fragancia, de tenerte enredadaen mi pasión desenfrenada, enhiesta y regalada...


Me puede desearte. Tengo ganas de ti...

sábado, 28 de mayo de 2011

Entre las Llamas

Te veo aparecer y siento cómo el calor de la noche se apodera de mí, haciendo latir mi pecho al ritmo de tu fuego rugiente.
Cómo será esa llama que has encendido que no deja de crecer en el instante que apareces a mi lado, mientras te acercas lentamente, con esa sonrisa malévola que intuyo en tus labios traviesos. Al llegar te rodeo, giro sobre ti, sin despegarme mucho, rozando la tentación lujuriosa que llevas tatuada. Huelo tu pelo, lo acaricio. Mis dedos traspasan tus mejillas, dibujan tu boca entreabierta, se detienen enredados en tu cabeza. Y desde mis uñas, desde su filo, brota el fuego que marca la piel de tu espalda, deslizándose por ella como esa gota de perfume que lleva el olor de tu sed, de tu esencia, de tu sensualidad exprimida que deseo.
Sientes el calor? aún no quema, aún.

Te susurro, quieres quemarte? mi boca se pierde en tu cuello, mis dientes muerden suavemente el camino que lleva a tus hombros, desnudándolos, dejando caer hasta tus pies el pudor que aún guarda tu piel erizada. Mis manos lo ayudan, tocando el perfil ondulante de tu cuerpo expuesto, hasta tus caderas.
Mi llama se acerca, te busca, te siente próxima.

Separo tu pelo para que escuches mi aliento agitado, muerdo el lóbulo de tu oreja aunque no me dejes, pero mis manos te sujetan, te retienen cerca, pegada a mí, al tiempo que se pierden por tu vientre tímido que intenta escapar de ellas. Ardo, efervescente el deseo, que pasa de mis dedos a tu piel, subiendo, rodeando lentamente tu pecho, haciendo círculos sobre la cúspide erecta que los encumbra, la cresta de la ola, la punta sonrosada de tu llama.


Me siento quemar al atraparlos entre mis dedos, pero resisto, aguanto, me excita, estirando suavemente de ellos. Miro fijamente la expresión de tu cara, en el espejo que nos espía, ahí en frente. Esos labios contorsionados. Sujetando tu barbilla te giro la cabeza, te atraigo hacía mí, y muerdo, siempre muerdo, tu barbilla primero, tu labio carnoso después, tu lengua que intenta jugar conmigo. Sin dejar de mirarte a los ojos...
Una de mis manos surca su camino, solitaria, descendiendo. Y mi cuerpo ahora está totalmente pegado a ti, para que sientas mi sexo convertido en un volcán, por tu culpa, retenido.
Esa mano descarriada se aventura por el borde que marca tu vientre y el precipicio del deseo. Lentamente se introduce en tu pantalón, tan solo soltando uno de los botones. Desciende la presión de mis dientes mientras aumenta la de mi sangre, corriendo a borbotones por mi cuerpo, hirviendo en mis venas por tu contacto. Mis dedos buscan tu interior, tus entrañas, la húmeda sensación de poseerte de esta manera, sin hacerlo, introduciéndome en ti, más psíquica que físicamente. Voy recorriendo tu interior, tu sexo cálido que me recibe sedoso y viscoso, el flujo vital que da la vida, que deseo beber para revivir.

Te vuelvo a colocar frente al espejo, con tus manos apoyadas en él. Mi boca va dejando su marca en tu espalda, mis besos, mi lengua ansiosa de ti, mientras desciendo. Ahora mis manos sí terminan de deshacerse de tus pantalones, rozando suavemente tus muslos nerviosos al hacerlo. Y no puedo evitarlo, me encanta. Muerdo tus nalgas al quedar desnudas y desprotegidas ante mí. Me encanta escuchar cómo lo sientes cada vez. Es tan tentador, y yo tan débil. Siento la necesidad de darte ese pequeño azote que las mueva, que las agite, que haga que tu cuerpo de un pequeño salto delante del espejo, para que te veas, para que te vea.
No me ves, solamente mi cabeza colándose entre tus piernas, hambriento, sediento, devorador de tu sexo entregado y sumiso, mientras mis uñas clavadas te atraen a mi boca.
Antes de que te deshagas en mis labios más mojados que nunca, me levanto, erecto, erizad. Sonrío al llegar a tu rostro. Quiero que sientas, que sepas a qué huele tu excitación, y te beso. Pero ahora mi sonrisa es maliciosa, perversa, tensa como mi cuerpo. Has hecho que esté así, haces que sienta mis pies livianos y mi sexo pesado. Estoy dudando. Mi sexo se busca, te pide, te espera, pero dudo. Tal vez sea bastante por hoy. Tal vez hayas llegado al punto de cocción suficiente como para no seguir y pasarte. Pero no puedo, no quiero, no me dicen eso tus ojos. Te levanto en volandas para encajarte sobre mis caderas. Al tiempo que mi ardiente llama encuentra las ascuas incandescentes que llevas dentro. Y se mezclan, se unen, se fusionan mientras nos enredamos el uno con el otro. De un giro fugaz te llevo contra el espejo. Ya no nos vemos, pero nos sentimos. Y en un momento, rápido, veloz, explota la llama que compartimos. Te dejo resbalar, como mi esencia, que lo hace por tus muslos apretados sobre mi sexo derramado, mientras sigues clavando tus uñas en mi espalda.


Hoy ha sido rápido, como tú querías. Pero la llama, fuego fatuo paciente y letal, te sigue esperando, buscando…

lunes, 9 de mayo de 2011

Es la hora...


Es la hora? ven, pasa, no dudes. Mi sueño en verde se hace realidad al tenerte a las puertas de mi deseo, abiertas por ti. El tic tac que marca el reloj lo siento en mis sienes, tamborileando, batiendo mi cuerpo por dentro. La sangre me hierve en un sin fin de sensaciones. Y ahí estás tú, dispuesta, orgullosa, mirándome fijamente a los ojos, desafiando la teórica posesión que mi terreno me hace más confiado. Tú sonríes, maliciosa, sabedora del poder que tienes sobre mí. Pero hoy va a ser distinto.
Como siempre me acercaré sumiso, como te gusta, gateando, disimulando mi mirada que enfoca directamente el oscuro objeto del deseo que guardas entre tus muslos. A tu señal sacaré mi lengua sedienta para lamer tus pies con devoción, tus tobillos con dulzura, tus gemelos con avidez. Al llegar a tus rodillas sentirás el filo suave de mis dientes, y protestarás. Agitarás tu cuerpo con un pequeño gruñido y aprovecharé ese momento para lamer entre ellas, acariciando con mis manos la parte trasera de tus muslos. Y tú los abrirás, lentamente. La punta de mi lengua buscando su camino, sabiendo su camino. Sentirá como tus poros se abren a su paso, tu piel trémula, mientras acomodas tus piernas para dejar vía libre a mi apetito, que ascenderá sin pausa.
Estoy cerca, muy cerca, oliendo la esencia febril que emana de tu sexo. Siento como ya húmedo se prepara para recibir su obsesiva descarga de placer. Recorriendo tus ingles, rozando tu clítoris con la barbilla, comienzo a escuchar esos pequeños gemidos que tanto me excitan, que hacen que mi sexo reaccione, endureciendo su sangre. Vuelvo a pasar sobre él. El roce de mi barba de dos días sobre tu carne abierta hace que aprietes los músculos de tus nalgas, dejando de estar relajadas. Mejor así, mejor que estén alerta. Mi boca no te hace más larga la espera y se abalanza hacia tus entrañas, partiendo en dos tus labios, de abajo a arriba, intentando secar tu excitación húmeda. Es el momento de levantar la mirada, de ver tus ojos entornados. Sonrío al volver hacia tu clítoris, asomando ya erecto. La punta de mi lengua comienza a jugar con él, despacio, suavemente, cambiando de dirección a mi antojo. El ritmo es cambiante, como tus jadeos, rápido y feroz, lento y delicado, a un lado, arriba, abajo, al otro. Lo atrapo entre mis labios succionándolo como si pudiese arrancarlo para sacarlo de ahí, para llevarlo a mi cada en mi boca y disfrutarlo cada noche, cada día. Ver como tus manos aprietan tus pechos me hace un depredador, que juguetea con su presa, que se divierte viendo como esta no controla su cuerpo ni sus sentidos. Tus pezones lo sufren, retorcidos y estirados por tus dedos lascivos. A medida que siento cómo mueves tus caderas con mi ritmo en tu sexo, hago y deshago a mi antojo. Una de tus manos sujeta mi cabeza empujándola contra ti y aun a riesgo de perder el aire no detengo mi frenesí. Hoy no podrás conmigo, hoy no evitarás que te lleve a ese lugar donde sólo existen las nubes sin forma y el jadeo entrecortado por el deseo.
Llegará el momento y levantarás tus caderas, hundiendo mi cara en tu sexo convulso. Intentarás separarme de ti, pero me aferraré a tus piernas, devorando salvajemente tu botoncito rojo hasta que grites y supliques. Jadearás, gritarás, morderás tus labios perdidos. Y seguiré lamiéndote sin piedad, sabedor que tu cuerpo está más sensible que nunca. Cuando me supliques no dudaré, cuando te rindas acabarás riendo de placer, expuesta e indefensa a mí. Entonces me levantaré, sonriendo también. Y verás los efectos de tu orgasmo. No hay nada que me excite más que eso. Mi polla arderá enhiesta. Rodeando tu cuerpo, acariciando tu cuerpo con ella, me acercaré a tu boca seca para besarte, suavemente, lentamente, dulcemente. Y tras completar mi recorrido y volver a estar frente a ti, te levantaré de las manos. Notarás entre tus piernas temblorosas colarse mi erecto miembro. Tal vez leas en mis ojos ya lo que se cuece en mi deseo. Con un movimiento rápido y brusco te giraré, inclinando tu cuerpo sobre la butaca. Tras deslizar mis uñas por tu columna de ida y vuelta, mis manos separan tus nalgas. Y volverán a ponerse en alerta, reconociendo al enemigo, ese que las mira fijamente, mojado, goteante, enervado.

sábado, 30 de abril de 2011

Nuestro diwàn

   Recuéstate y relaja tus sentidos. Cierra los ojos. Verás imágenes sorprendentes que te transportan a mundos lejanos y próximos a la vez… cada vez más estrechos nuestros caminos…

   Gira tu rostro y me verás a tu lado, bailando la danza que marcan tus ojos, siguiendo el ritmo ondulante de tus caderas, flotando sobre tu vientre, como una peonza en celo que gira su destino allí donde su filo puede reposar del vaivén al que someterte…

Tan sólo tu cuerpo me transporta…